NOTA del Administrador

Los temas económicos acostumbran a ser muy controvertidos (por no decir polémicos) por su trascendencia con la vida cotidiana y sus difíciles relaciones entre teoría y práctica. Además los ejercicios que se puedan hacer en tendencias macroeconómicas, nunca están exentos de politizaciones. Es por eso que ruego, a los que tengan a bien comentar alguno de estos artículos, identificarse correctamente. Pues todos aquellos comentarios anónimos o que no guarden las formas, serán eliminados.

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sábado, 24 de julio de 2010

Economía prehistórica

El sol apenas ha empezado a despuntar entre los picos del este, cuando uno de los rayos ilumina a todos los cazadores del poblado cromañón del valle alto, a la puerta de su cueva principal. Hoy es día de caza y su presa uno de esos mamuts rezagados que aún no se han perdido detrás de la gran barrera de hielo.

Al caer la tarde el poblado estará alegre porque la caza habrá sido propicia. Uno de los mayores ejemplares habrá sido descuartizado y repartido entre el medio centenar de miembros que componen el grupo. Los trozos de carne han sido metidos bajo la nieve para su conservación. Hay carne para semanas, pero no sólo de ella se va a alimentar el poblado. Las mujeres ya han empezado a recoger bayas, raíces y hierbas comestibles de los lugares en que la nieve se retiró. Pero pronto se habrá retirado de todo el valle y tendrán que buscar su capacidad de conservación hacia los aristados picos montañosos.

No es buena idea guardar toda la carne. Con ella cerca del poblado siempre se pueden mantener un par de hombres vigilando para que no se la lleven las alimañas, pero lejos, en los cerros, eso no es viable. Antes de que llegue el verano hay que hacer algo útil con el excedente de carne.

En la cueva negra ya están ahumando las partes lisas del gigante mamut, Pero no todas las piezas son susceptibles de ese tratamiento. Además, con dos o tres ejemplares ya hay carne ahumada para todo el invierno. Sigue sobrando mamut que no es precisamente la carne más sabrosa. Durante el verano los cazadores darán con piezas más sabrosas: ciervos gigantes, jabalís, cabras montesas, aves corredoras y deliciosos lagartos. Demasiada carne para sólo una cincuentena de personas. Pero ya hace un par de años que el colectivo ha encontrado una solución muy interesante. A la mañana siguiente, una docena de hombres y un par de mujeres jóvenes, emprenden un viaje hacia el valle inferior con sus excedentes cárnicos. Allí hace semanas que el verano ha bañado de calor a la flora y la fauna, y otra comunidad humana, más numerosa aún que la suya, se ha adaptado a aquel otro hábitat. Para los cromañón del valle inferior la carne de mamut es una delicatesen por su exotismo. En la prehistoria unos pocos kilómetros podía considerarse una gran distancia y los viajes podían resultar peligrosos, pero en este caso también podía ser muy fructífero.

Las mujeres, aunque jóvenes, dirigirán los trueques entre ambos pueblos, sin embargo, las decisiones finales dependerán de los dos líderes. Casi seguro hombres.

Este año, además de la carne fresca también han llevado mamut ahumado. Aunque es el sobrante del anterior invierno, no supone un hándicap para los intercambios. Por su parte, en el poblado inferior también poseen productos para comerciar que no son comida. De hecho es un pueblo que tiene facilidad para comerciar con muchos otros y han llegado hasta allí unas maravillosas hachas de sílex y unos estupendos cuchillos de obsidiana que formarán parte de los intercambios. Igualmente, la mayor parte de la carne de mamut que ahora conseguirán, tomará el camino comercial hacia otras comunidades, por eso los ahumados van a ser muy apreciados.

El pueblo del valle inferior parece gozar de una vida muy cómoda. Por lo menos esa es la idea que trasmitirán los viajeros del valle superior cuando regresen a su poblado. Pero ellos no se han fijado en una casta nueva que se han visto obligados a crear: los soldados. La aparente riqueza de la que gozan es el objetivo de grupos nómadas y otros poblados hambrientos que no tienen con qué comerciar y que no dudan en atacar, siempre que pueden, para arrebatar parte o toda la riqueza que poseen.

Hace entre 25.000 y 50.000 años, el hombre de cromañón lucho por su supervivencia en un mundo hostil. Cada comunidad buscó sus propias soluciones, pero, sin duda, la capacidad de pasar a ser un grupo sedentario en lugar de una comunidad nómada, cambió la concepción económica de la supervivencia. Porque si bien la naturaleza de aquella época era más productiva, también era más peligrosa y el comercio entre comunidades podía aumentar su efectividad.

Hoy los expertos opinan que el comercio pudo alcanzar grandes distancias. Por lo menos se han encontrado útiles muy similares a distancias igualmente grandes. Esa sería la justificación, pero nadie puede negar que ese comercio pudiera evolucionar de comunidad en comunidad para hacer viajar a los objetos del comercio mucho más que a las personas.

Nadie cree que aquel comercio utilizara el dinero, sin embargo hay que diferenciar entre el comercio de productos perecederos (la mayoría) y no perecederos. De hecho, estos últimos, en muchas ocasiones podían llegar a ocupar el lugar del dinero. Colgantes, herramientas, pequeñas joyas, amuletos, sustancias dopantes… muchos pueden ser los objetos que podían llegar a adquirirse, no para consumo, sino para utilizarlos en futuros trueques. Eso ya eran, de algún modo, monedas de cambio. Aunque hay que tener claro que un pueblo que se especializara en el comercio del trueque, para sobrevivir debía conocer muy bien las preferencias y necesidades de sus vecinos. Además, de tanto en tanto no debía descartar que algunos de sus elementos viajaran lejos para hacerse con artículos lo bastante exóticos para generar un deseo ventajoso. Así mismo, una fuerte actividad comercial implicaría la creación de “envidias” en el entorno que obligaría a crear una casta guerrera para su supervivencia.

El comercio, pudo ser en origen algo temporal, pero allí donde apareció obligó a cambios sociales muy radicales.

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