Introducción a la economía: basado en la introducción al libro del mismo título de Krugman, Wells y Olney.
Introducción
El
liberalismo utópico es aquella tendencia económica (y también política) que
pretende la no intervención del Estado en los mercados. Los economistas
utópicos demuestran teóricamente como la “mano invisible” siempre encuentra los
puntos de equilibrio para salvar los mercados y hacer que el mundo sea mejor.
Pero la
realidad de la economía en general y de los mercados en particular, es que la
intervención de los estados es necesaria por culpa de la ley del mar que en
economía se manifiesta demasiado a menudo: “el pez grande se come al chico”.
Así,
pues, la intervención del Estado es necesaria para su buen funcionamiento, las
cuestiones son dónde, cómo, cuando y con qué intensidad. Porque aún en los
casos en que los estados han quedado dominados por esos mercados que han
crecido en su suma imperfección, estos tienen muchos caminos y grados por los
que moverse y, en caso de que esos gobernantes tuvieran el valor suficiente,
también podrían traspasar algunas de las líneas trazadas por esos mercados
corruptos.
Sí, hoy
los mercados gobiernan por encima de los estados, pero eso solo es posible en
la medida en que los gobernantes están a su vez controlados personalmente por
aquellos que se aprovechan de esa corrupción.
Pero
para llegar a este punto tendremos que pasar por el significado básico de lo
que es la economía y qué son los mercados.
ECONOMÍA
La mano invisible
La
economía o ciencia económica, es el estudio de las economías, tanto de los
individuos como de la sociedad en su conjunto. Entendiendo el último término de
“economías” como un sistema que funcione correctamente a la hora de coordinar
las actividades productivas y la distribución de bienes y servicios, con la
demanda de los individuos o la sociedad. El éxito de una economía, pues, tendrá
que ver con la capacidad que tiene para la distribución de los bienes.
De
ahí que digamos que el sistema neoliberal ha fracasado, dado que la casi
totalidad de los bienes se concentra en unas pocas manos, en una distribución
brutalmente desigual a la que no le importan las penurias y hambrunas de una
parte importante de la sociedad.
La mayoría de las economías hoy día son los que se denominan economías de mercado porque la
producción y el consumo son consecuencia de las decisiones descentralizadas de
muchas empresas e individuos. En principio, en este tipo de economía no hay una
autoridad central que decida lo que debe producirse o a dónde debe ser enviado.
Cada productor, de forma individual, hace lo que cree que será más rentable; y
cada consumidor compra lo que desea comprar.
De
entrada estas economías funcionarían bien si todos nadie intentara estratagemas
para reducir los costes de producción y aumentar esta aún a costa de la calidad
y, al mismo tiempo aumentar las ventas y a un precio más elevado. Para lograr
esto o bien debe convencerse a los consumidores que tu producto sigue siendo
mejor o eliminando directamente a la competencia. En ambos casos se tendrían
que llevara a cabo prácticas amorales, así que eso obliga a que exista alguna
entidad de arbitraje que evite esos abusos. Pero, aún con la existencia de esas
entidades, nadie nos garantiza que unos pocos se salgan con la suya en lo que
serían las bases de la corrupción del sistema.
La contrapartida extrema a este tipo de economías son las economías centralizadas, donde una
autoridad central toma las decisiones sobre la producción y el consumo. El
mejor ejemplo lo constituyó la
URSS entre 1917 y 1991.
Pero
el neoliberalismo pone la quiebra de este sistema, que duró más de 8 décadas y
con una guerra mundial en medio, como un mal ejemplo de economía. Y es cierto
que no era una economía muy efectiva y generaba importantes carencias de
productos, pero a menudo se han usado erróneamente los estímulos a su
producción como coartada del neoliberalismo en una interesada exageración. De
lo único que podemos estar seguros es que mientras existió la economía
centralizada de la URSS
como alternativa, el capitalismo evitó las exageraciones que hoy día nos
asfixian.
Es muy difícil que una economía centralizada atienda a tiempo las
necesidades de los consumidores, la autoridad central necesitaría gran cantidad
de información y una efectividad realmente difícil de lograr. No es imposible,
pero haría falta casi un milagro para lograr la efectividad de la economía de mercado,
pero si lo lograra se podría permitir el lujo de eliminar las perversiones de
esa otra economía.
La bonhomía de la economía de mercado ya la descubrió Adam Smith
estudiando a los comerciantes de París. A Smith le fascinaba ver como algunos
comerciantes llegaban desde muy lejos para vender de la mejor forma posible sus
productos en la gran urbe. Así mismo, una ciudad tan populosa como París tenía
a su disposición todos los productos que le eran imprescindibles. Los
comerciantes llegaban desde lejos a la urbe no como simple respuesta a esa
necesidad, sino porque como fruto de esa necesidad allí podían vender el máximo
de sus productos al máximo de precio, obteniendo el máximo de beneficio. De
hecho, la mayoría de esos comerciantes, no eran los productores de los
artículos que vendían, sino que los adquirían donde eran más baratos y los
vendían donde podían obtener la mayor compensación. De este modo el precio sube
allí donde hay carencia hasta que alguien considera la rentabilidad y la cubre.
Del mismo modo demasiados productos iguales o competencia hacen bajar los
precios hasta que se reduce la oferta.
Esta forma de cubrir las carencias e ir equilibrando las
distribuciones y los precios es lo que los economistas han dado en llamar la mano invisible. Ellos lo definen como
la fórmula en que el interés propio sirve para el bien de la sociedad. Según
Adams, era la forma en que un empresario buscando su propio beneficio construía
la riqueza de la nación:
Persigue únicamente su propio
interés, y hace esto, como en muchos otros casos, guiado por una mano invisible
que promueve un fin que no aparecía en su proyecto inicial.
Hoy se denomina microeconomía al
estudio de la manera en que los individuos toman sus decisiones y a cómo
influyen dichas decisiones las unas en las otras.
Esta claro que la microeconomía intenta explicar esa visión de Adams
donde la búsqueda del propio interés actúa para beneficiar a la sociedad.
Pero cuidado, la mano invisible no siempre conduce a comportamientos
eficientes para nuestra economía y hay que anticiparlos.
Mi beneficio es tu coste
A veces la decisión de una persona implica un coste para el conjunto
de la sociedad. Es decir, la búsqueda del propio interés empeora la situación
en lugar de mejorarla. Cuando eso ocurre estamos frente a un fallo del mercado. Los atascos, la
contaminación la sobreexplotación de los recursos naturales… son típicos
ejemplos de fallos del mercado.
La parte positiva de todo esto es que la microeconomía puede aplicarse
para diagnosticar estos fallos y el análisis económico puede dar con soluciones
para paliarlos.
Se producen fallos del mercado
cuando la búsqueda individual del propio interés genera malos resultados para
la sociedad en su conjunto.
Expansiones y recesiones
Todas las economías sufren fluctuaciones. Cuando la economía tiene
problemas para desarrollarse favorablemente para la sociedad, hablamos de recesión. En EE.UU contabilizan como
años de recesión 1973, 1981, 1990 y 2001 (no hablamos de antes ni después
porque solo se pretende ejemplificar). La cuestión es que en todos esos años
miles de trabajadores perdieron sus empleos. Y durante una recesión importante
millones son los trabajadores que perderán su empleo.
Así
que, periódicamente, toda la bonhomía de la economía de mercado puede desaparecer
de un plumazo.
Como en los fallos de mercado, también para las recesiones pueden
existir soluciones. La cuestión es si se aceptan los llamados planes de medidas concebidos
por la economía neoliberal o se hacen estudios económicos en profundidad para
actuar sobre los puntos que pueden provocar un verdadero cambio.
Ahora el nuevo campo de estudio que trabaja para salvar lo antes y
mejor posible estos periodos de recesión es la macroeconomía. Esta rama estudia las expansiones y recesiones de
forma global, intentando aprender a minimizar, mediante políticas económicas,
sus efectos.
Dado que, salvo ocasionales estancamientos, los periodos de expansión son más largos que los de
recesión, estas últimas pueden ser difíciles de atacar antes de que se
produzcan.
Crecimiento a lo largo del tiempo
Algunas películas y series de televisión nos han enseñado cómo se
vivía en tiempos de la posguerra en España. Nuestros padres y abuelos nos han
hablado de la miseria extrema que rodeaba sus vidas. Pero a pesar de la brutal
crisis que vivimos en nuestros días, la mayoría habitamos casas con cristales
en las ventanas, con luz y agua corrientes, con calefacción, agua caliente,
lavadora, nevera…
Con estas comparaciones vemos cómo ha cambiado la vida gracias al crecimiento económico, es decir, la
capacidad económica de producir cada vez más bienes y servicios.
Las razones de este crecimiento, sus aceleraciones y frenazos son
asuntos básicos de la economía, ya que el crecimiento es deseable y todos
deseamos que sea cada vez mayor, pero debemos desentrañar sus reglas porque en
ocasiones en un crecimiento desmedido puede estar la causa de una recesión que
ya no es tan deseable.
La Economía, un instrumento para descubrir la verdad
Las acciones habituales de la vida diaria, miradas con detenimiento,
son algo extraordinario y que pueden albergar preguntas interesantes y de una
importancia casi vital.
Durante años la comunidad de los economistas ha intentado responder a
todas esas preguntas, de hecho son la razón de que la economía aspire a tener,
algún día, el rango de ciencia.
En próximos artículos iremos comentando los capítulos de este libro.