Seguramente todos nosotros hemos pensado en algún
momento cuál es el sentido de la vida. Para aquellos que se han acogido a una
fe, sea la que sea, ya tienen una respuesta estandarizada que pueden, o no,
aceptar, pero para el resto de los mortales tiene que existir algo más. De
todas formas, aún en el supuesto de que estemos aquí porque es el deseo de un
ente superior, este debía tener alguna razón para ello y es obvio que esta es
ajena a nosotros.
El sentido de la vida y el Universo son la misma
pregunta. Y son una gran pregunta a la que hay miles de respuestas, todas
válidas aunque, tal vez, ninguna cierta.
Como es lógico, una pregunta tan trascendente ha
servido para llenar miles de páginas de centenares de libros de filosofía,
teología, psicología, sociología, historia, matemáticas, cosmología,
astronomía, ciencia ficción, novela… y muchas más fórmulas y temáticas que
podrían alargar este párrafo más que los listados de “El péndulo de Focault” de
Umberto Eco o las cartas de la princesa del “Bizancio” de Ramon J. Sender, pero
que nos aportaría exactamente la misma monótona vaciedad inútil.
Algunos, los más espabilados, ya se han dado cuenta de
que responder a esta gran pregunta exige mucho esfuerzo y el resultado, además
de indemostrable, es igualmente inútil. Por eso han puenteado la lógica
modificando esa pregunta esencial por otra más práctica: ¿Qué puedo sacarle yo
a la vida?
No vayan a creerse que esta pregunta si es sencilla de
responder, lo que sucede es que el que es capaz de saltarse la anterior y pasar
a esta ya sabe lo que quiere realmente: lo quiere todo. Y para tenerlo todo
sólo hace falta una cosa: poder.
Hablando de poder o poderes, los hay de muchos tipos:
económicos, políticos, militares, religiosos, judiciales… pero entre todos hay
uno que destaca más que los demás: el poder de los medios de comunicación.
¿Se han preguntado alguna vez cuánto cuesta un anuncio
de televisión? Pues allá por el 2007, cuando TVE aún competía en este terreno,
poner un anuncio de 20 segundos en pantalla podía variar mucho. Desde unos 200€
a las 8:00AM en Cuatro, hasta los 45.000€ del horario de máxima audiencia en
Tele 5. Hay que decir que ninguna de las cadenas nacionales ofrecía su mejor
horario por debajo de los 3000€. Como es lógico, una campaña con posibilidades no
la constituye un solo anuncio a una hora determinada, sino una treintena de los
mismos, con, al menos, seis o siete en el horario más caro. Todo esto repetido
para todas las cadenas nacionales.
Por supuesto, el anuncio tiene que estar bien hecho y
vender correctamente el producto. Sin contar que, para no cansar a los
espectadores, deben hacerse tres o cuatro anuncios diferentes y relacionados. Y
no nos olvidemos que el tipo de anuncio deberá estar basado en los resultados
obtenidos de un estudio de mercado realizado anteriormente para evitar perder
esfuerzos en intentar vender el producto a quien, de todas formas, no lo iría a
comprar.
Entre pitos y flautas ya os garantizo que una campaña
de lanzamiento de unas dos semanas, no bajará de los tres millones de euros. Y…
¿quién puede pagar esas cantidades? Sólo grandes empresas que piensan vender
grandes cantidades de ese producto, pues sólo mediante la venta del mismo
podrán pagar toda esa publicidad. Así que, al final serán los que adquieran el
producto los que pagarán no sólo a este, sino también a los publicistas, las
actores, los guionistas, los cámaras… y también a las emisoras de televisión
que podrán financiar su parrilla con ese dinero.
Las grandes cadenas de televisión reciben millones
cada día en concepto de publicidad y parte de ese dinero sirve para pagar sus
propias producciones y comprar las de otras productoras. Así mismo, las
televisiones también pueden comprar los partidos de fútbol de un equipo
determinado. Así pues vemos programas en televisión porque las pagamos mediante
los productos que adquirimos en las tiendas y se han anunciado en esas cadenas.
Así que las empresas publicitarias, en último término, pueden decidir qué
programas se ven y cuáles no. Por supuesto, ya sabemos que las cadenas de
televisión acuden a unas empresas que dicen que programas interesan más al
público y cuáles no, en lo que se denomina el “share” de pantalla. A mayor
share, más interés de las empresas publicitarias y mayor precio por segundo de
pantalla. Así que estas empresas de control de audiencias son las que, en
último término, deciden que programas se ven. El hecho de que la credibilidad
de las mismas siempre esté en entredicho es algo que hace sospechar sobre la
posibilidad de que estén manipulando las programaciones y, por tanto, lo que
llega hasta nuestros ojos.
Es posible que pensemos que esto no tiene ninguna
trascendencia, pero cuando encendemos el televisor y, a pesar de la enorme
cantidad de canales que existen hoy en día, no hay ninguno donde podamos ver un
programa interesante, tiene sus consecuencias. La primera de ellas es que
terminamos viendo el programa que creemos menos malo y la segunda es que
subliminalmente nos están vendiendo un ideario político.
¿De verdad no se lo creen? Pues si tienen algún disco
duro capaz de grabar de la TV u otro medio, como los antiguos videos VHS,
graben los telediarios de todos los canales posibles, un día cualquiera. Se
sorprenderán viendo como cada noticia tiene un significado diferente para cada
uno de ellos. Es más, habrá noticias que sólo se verán en uno de ellos y se les
dará una trascendencia que sorprenderá comparativamente con la indiferencia que
le dedican los demás.
Bueno, no hacía falta llegar a molestarse con lo de
las grabaciones. Los periódicos en papel ya son un buen ejemplo de esta
realidad. Las noticias no se nos cuentan como tales. La información no se nos
sirve sin más, todos los medios de comunicación la venden vestida sutilmente (o
en ocasiones no tan sutil) con los colores de su ideología.
Puede parecer que el resto de programación no sea
susceptible de llevar estos harapos, pero no es así. Hay emisoras que se pasan
el tiempo metidos en programas de insustancial debate amarillo donde se dejan
sin contestar las más trascendentales preguntas de la actualidad. También hay
programas de humor donde se cargan las tintas precisamente en aquello que nos
han intentado esconder. Así que ya sea Manolo Lama, Belén Esteban, María Patiño
o Andreu Buenafuente, todos nos están vendiendo un ideario político (por remoto
que parezca) y una moral. Así que los señores del share deberán tener mucho
cuidado en como valoran estos programas de gran interés ideológico para las
cadenas.
Alguien puede dudar ahora de la existencia de un pacto
entre publicistas, controladores de audiencia y cadenas de televisión. Entre
todos están cortando una tarta donde se oculta el relleno de poder más
importante de un país. Y si no, por qué se critica tanto el control de los
medios de comunicación que está realizando Chávez en Venezuela.
Sin lugar a dudas el pastel más importante es el poder
político, pero hay más… el “deportivo”. Y las comillas no son un despiste,
porque cuando hablamos de fútbol, de la “Liga de las estrellas” y hablamos de
la cantidad de millones que se mueven en ella, lo de deporte parece una broma.
El fútbol depende de la televisión y de la publicidad
más que ninguna otra cosa, sino como piensan que don Florentino puede financiar
su astronómica galaxia ¿Recuerda cuando dijo que financiaría la compra de
Cristiano Ronaldo con la venta de camisetas? Si nos ponemos en plan abusón, una
camiseta puede costar 100€, de los que sólo unos 70 serían para el club en
concepto de merchandising. Haciendo números redondos, supondrían más de un
millón de camisetas. Cuesta creer que sea viable esta financiación. Si tomamos
el estudio de la sociedad alemana Sport+Mark publicó en 2008, el Real Madrid
cuenta con unos 45 millones de aficionados en el mundo, de ellos sólo un 1%
pueden permitirse el comprar una camiseta cada año, lo que quiere decir que,
aún con el abuso de precio, se tardaría unos tres años en financiar ese
fichaje. Como además se tendrán que pagar los intereses bancarios del préstamo
solicitado para ello, puede alargarse a cuatro años, siempre y cuando no se
fichen más jugadores, cosa que no es así. Si esto no fuese suficiente, el Real
Madrid ha bajado en los últimos dos años en aficionados internacionales a favor
del FC Barcelona que ya supera los 75 millones de aficionados por menos de 40
el Real Madrid. Todo eso afecta al merchandising y nos dice claramente que,
aunque es una magnífica vía de ingresos, es demasiado voluble para confiar en
ella.
Por supuesto, todos los clubs cuentan con el
dinero que sus socios y aficionados pagan por los abonos y las entradas. Estas
si son unas cifras estables y, aunque Barça y Madrid, dado el tamaño de sus
estadios, son grandes cantidades, siguen siendo insuficientes para pagar
fichajes y salarios de plantillas tan virtuosas.
Nuevamente la publicidad termina siendo el recurso que
salva la economía de estos clubs. Y lo hace por tres vías: los contratos
directos de publicidad (camisetas, vallas, anuncios…), cantidades pagadas por
las competiciones europeas (liga de capeones, UEFA league) y los derechos de
imagen que pagan las cadenas de televisión… gracias a los anuncios que estas
ponen durante la retransmisión de los partidos. Y esta última es la fuente de
ingresos más importante que reciben los clubs. En ocasiones estos clubs también
pueden ganar pequeñas cantidades en comparación con lo ya citado, con partidos
amistosos o alquilando su estadio para finales de competiciones o para eventos
musicales.
Es decir, que los grandes clubs también dependen de
las grandes cadenas y, por tanto, también son susceptibles de ser manipulados
por estas. Aunque, lógicamente, los clubs también gozan de un amplio margen,
pero sin poder evitar ataques mediáticos como el que sufrió Ronaldinho por
parte de los medios “afines al Real Madrid” y que terminó minando su confianza.
Parece difícil de creer, pero los medios de comunicación pueden influir en la
imagen de jugadores y clubs y, en ocasiones, hasta en los juicios del colectivo
arbitral.
Piensen ahora, cada vez que vean uno de esos inocentes
anuncios de Coca Cola, que, tal vez, ellos estarán decidiendo quién ganará la
próxima liga o, incluso, quién será el próximo presidente del gobierno.
Puede que los medios de comunicación en general y la
publicidad en particular, nunca nos pueda decir cuál es el sentido de la vida,
pero continuamente nos empuja hacia el sentido que consideran adecuado para el
transcurrir de nuestras vidas.