El
Taylorismo ha vuelto a la gran empresa actual, cosa que era de esperar. Como
explica Noah Chomsky, los actuales liberales nos están vendiendo la moto. Adam
Smith, teórico padre de la teoría liberal (por lo menos si lo es de la economía
tal y como la entendemos), nunca aceptó cuestiones como el trabajo en cadena.
Para Smith el obrero era un artesano cuya felicidad era primordial para el
mercado ¿Verdad que no parece un concepto, el de felicidad, muy neoliberal?
Taylor y Ford modificaron ese concepto y la escuela de Chicago se encargó de
inventar una nueva teoría liberal donde los individuos ya no contaban, sólo las
empresas. Chomsky nos habla del ejemplo de Wilhem von Humboldt, aclarándonos
que este padre del liberalismo clásico es muy admirado por los “conservadores”
porque no lo leen. Humboldt decía que si un trabajador produce un hermoso
objeto bajo pedido, podrás “admirar lo que el trabajador hace, pero rechazarás
lo que es”, porque en realidad no se está comportando como un ser humano, sino
como una máquina. Y Chomsky insiste en que este es un concepto que recorre todo
el liberalismo clásico y nos da más ejemplos, no obstante creo que ya es
suficiente para entender que el neoliberalismo económico actual se aleja del
clásico en el factor humano. Pero, sin embargo, para justificarse, la escuela
de Chicago y sus seguidores, siguen acusando de la paternidad de su actual
aberración a esos santos varones del pasado.
Antes de proseguir con mis explicaciones quisiera
dejar una nota más de Chomsky. La explicación que nos da sobre la edición de
“La riqueza de las naciones” que realizó la University of Chicago Press para
conmemorar el bicentenario de Smith. Así nos explica como en la introducción
realizada por George Stigler se opone al texto de Smith párrafo a párrafo. Está
claro que esta edición, como también otras de la obra de Adam Smith, puede ser
objeto de culto por parte de los liberales, pero de culto no quiere decir de lectura. La obra restará mostrando su
autoridad en cualquier visible estantería para otorgar razones a su dueño más
allá del texto. Ahora bien, cualquiera de los que se autodenomina liberal
dejaría de hacerlo si hubiese realmente leído la obra del gran padre. “La
riqueza de las Naciones” solo es su biblia a la hora de apoyar su perjuro
argumentario.
Pero, si el liberalismo clásico dijo lo que dijo, por
qué lo hizo y, por qué los neoliberales no lo escuchan. La respuesta es, otra
vez, el factor humano.
Para Smith los mercados eran lo más importante del
sistema económico. Sabía que estos podían autorregularse siempre que no se les
pervirtiera, para ello la felicidad de los individuos, tanto como los objetivos
económicos, eran importantes. El neoliberalismo somete lo primero a lo segundo
y además crea grandes empresas que pueden modificar los objetivos de esos
mercados. Esa es una de las razones de que los productos que podemos encontrar
hoy día sean menos satisfactorios que en el pasado. Las tecnologías han mejorado,
pero los productos que hoy se venden se estropean antes o, en el caso de los
alimentos, tienen menos sabor y variedad. Los mercados actuales han creado unos
estándares de imagen fáciles de conseguir para las empresas, pero
insatisfactorios para los adquiridores que, al no tener nada mejor que compita
con ellos, se ven obligados a comprarlos. Los mercados están pervertidos.
Pero si los mercados están pervertidos (en más niveles
de los aquí tratados) también lo están los sistemas de producción.
A principios del pasado siglo, Frederick Winslow
Taylor, revolucionó los sistemas de producción con un análisis exhaustivo y
científico de los métodos de producción empresariales que permitiese la mayor
productividad. Sus fórmulas permitieron despedir a cuatrocientos empleados de
una empresa de quinientos y, aún así, doblar su producción… ¿Suena?
Afortunadamente el fuerte movimiento sindical de la
época en EE.UU. Consiguió frenar estas prácticas que mostraron muy rápidamente
una elevada desmotivación de los trabajadores febriles de la época. De esto,
como de la cantidad de suicidios acaecidos en las primeras factorías de Ford,
no cuentan nada los actuales neoliberales que se han infiltrado en las empresas
modernas de hoy. La gran diferencia es que hoy no se trata sólo de aumentar la
productividad, sino de justificar los elevados salarios con que una excesiva
cúpula ejecutiva grava a las grandes empresas de hoy. Ejecutivos que se libran
de su responsabilidad civil, penal, económica y moral en la evolución de la
empresa, del futuro de sus trabajadores, la inversión de sus accionistas y sus
implicaciones con el resto de la sociedad.
Hay que concluir que el liberalismo clásico estaba al
margen del capitalismo y el monetarismo con el que el neoliberalismo se ha
contagiado y que, si no nos libramos de esas lacras, con los problemas
sociales, económicos y ecológicos que generan, podemos acabar con la sociedad
actual e incluso con la vida en el planeta.
Por desgracia el poder de estas superempresas
multinacionales que dominan el juego internacional y a los gobiernos estatales,
han doblegado a todas las asociaciones de trabajadores y corrompido las
estructuras sindicales para que nadie se les pueda enfrentar. Guerras,
terrorismo, xenofobia, nacionalismos, contra nacionalismos, fanatismos
religiosos… los neoliberales en el poder han encontrado un millón de fórmulas y
lacras capaces de sangrarnos, desunirnos para que no podamos enfrentarnos a su
poderosa maquinaria de explotación que ha perdido sus objetivos. Porque si tienen
el poder y tienen el dinero ya lo tienen todo, aún siguen asfixiándonos un poco
más cada día.
Así pues, aunque no voy a pedir a nadie que deje sus
reivindicaciones identitarias, que son las bases de los individuos y de los
pueblos, si voy a pedir que se dejen de lado frente a la lucha contra estas
multinacionales que se han adueñado de nuestras vidas desde dentro y desde
fuera.
Aún no sé muy bien cómo, pero está claro que tenemos
que encontrar fórmulas que nos permitan elegir sobre nuestras propias vidas.