NOTA del Administrador

Los temas económicos acostumbran a ser muy controvertidos (por no decir polémicos) por su trascendencia con la vida cotidiana y sus difíciles relaciones entre teoría y práctica. Además los ejercicios que se puedan hacer en tendencias macroeconómicas, nunca están exentos de politizaciones. Es por eso que ruego, a los que tengan a bien comentar alguno de estos artículos, identificarse correctamente. Pues todos aquellos comentarios anónimos o que no guarden las formas, serán eliminados.

Las discrepancia nunca es un problema.

¡Gracias!


domingo, 11 de agosto de 2013

Introducción a la economía

Introducción a la economía: basado en la introducción al libro del mismo título de Krugman, Wells y Olney.



Introducción


El liberalismo utópico es aquella tendencia económica (y también política) que pretende la no intervención del Estado en los mercados. Los economistas utópicos demuestran teóricamente como la “mano invisible” siempre encuentra los puntos de equilibrio para salvar los mercados y hacer que el mundo sea mejor.
Pero la realidad de la economía en general y de los mercados en particular, es que la intervención de los estados es necesaria por culpa de la ley del mar que en economía se manifiesta demasiado a menudo: “el pez grande se come al chico”.
Así, pues, la intervención del Estado es necesaria para su buen funcionamiento, las cuestiones son dónde, cómo, cuando y con qué intensidad. Porque aún en los casos en que los estados han quedado dominados por esos mercados que han crecido en su suma imperfección, estos tienen muchos caminos y grados por los que moverse y, en caso de que esos gobernantes tuvieran el valor suficiente, también podrían traspasar algunas de las líneas trazadas por esos mercados corruptos.
Sí, hoy los mercados gobiernan por encima de los estados, pero eso solo es posible en la medida en que los gobernantes están a su vez controlados personalmente por aquellos que se aprovechan de esa corrupción.
Pero para llegar a este punto tendremos que pasar por el significado básico de lo que es la economía y qué son los mercados.


ECONOMÍA

La mano invisible

La economía o ciencia económica, es el estudio de las economías, tanto de los individuos como de la sociedad en su conjunto. Entendiendo el último término de “economías” como un sistema que funcione correctamente a la hora de coordinar las actividades productivas y la distribución de bienes y servicios, con la demanda de los individuos o la sociedad. El éxito de una economía, pues, tendrá que ver con la capacidad que tiene para la distribución de los bienes.
De ahí que digamos que el sistema neoliberal ha fracasado, dado que la casi totalidad de los bienes se concentra en unas pocas manos, en una distribución brutalmente desigual a la que no le importan las penurias y hambrunas de una parte importante de la sociedad.
La mayoría de las economías hoy día son los que se denominan economías de mercado porque la producción y el consumo son consecuencia de las decisiones descentralizadas de muchas empresas e individuos. En principio, en este tipo de economía no hay una autoridad central que decida lo que debe producirse o a dónde debe ser enviado. Cada productor, de forma individual, hace lo que cree que será más rentable; y cada consumidor compra lo que desea comprar.
De entrada estas economías funcionarían bien si todos nadie intentara estratagemas para reducir los costes de producción y aumentar esta aún a costa de la calidad y, al mismo tiempo aumentar las ventas y a un precio más elevado. Para lograr esto o bien debe convencerse a los consumidores que tu producto sigue siendo mejor o eliminando directamente a la competencia. En ambos casos se tendrían que llevara a cabo prácticas amorales, así que eso obliga a que exista alguna entidad de arbitraje que evite esos abusos. Pero, aún con la existencia de esas entidades, nadie nos garantiza que unos pocos se salgan con la suya en lo que serían las bases de la corrupción del sistema.
La contrapartida extrema a este tipo de economías son las economías centralizadas, donde una autoridad central toma las decisiones sobre la producción y el consumo. El mejor ejemplo lo constituyó la URSS entre 1917 y 1991.
Pero el neoliberalismo pone la quiebra de este sistema, que duró más de 8 décadas y con una guerra mundial en medio, como un mal ejemplo de economía. Y es cierto que no era una economía muy efectiva y generaba importantes carencias de productos, pero a menudo se han usado erróneamente los estímulos a su producción como coartada del neoliberalismo en una interesada exageración. De lo único que podemos estar seguros es que mientras existió la economía centralizada de la URSS como alternativa, el capitalismo evitó las exageraciones que hoy día nos asfixian.
Es muy difícil que una economía centralizada atienda a tiempo las necesidades de los consumidores, la autoridad central necesitaría gran cantidad de información y una efectividad realmente difícil de lograr. No es imposible, pero haría falta casi un milagro para lograr la efectividad de la economía de mercado, pero si lo lograra se podría permitir el lujo de eliminar las perversiones de esa otra economía.
La bonhomía de la economía de mercado ya la descubrió Adam Smith estudiando a los comerciantes de París. A Smith le fascinaba ver como algunos comerciantes llegaban desde muy lejos para vender de la mejor forma posible sus productos en la gran urbe. Así mismo, una ciudad tan populosa como París tenía a su disposición todos los productos que le eran imprescindibles. Los comerciantes llegaban desde lejos a la urbe no como simple respuesta a esa necesidad, sino porque como fruto de esa necesidad allí podían vender el máximo de sus productos al máximo de precio, obteniendo el máximo de beneficio. De hecho, la mayoría de esos comerciantes, no eran los productores de los artículos que vendían, sino que los adquirían donde eran más baratos y los vendían donde podían obtener la mayor compensación. De este modo el precio sube allí donde hay carencia hasta que alguien considera la rentabilidad y la cubre. Del mismo modo demasiados productos iguales o competencia hacen bajar los precios hasta que se reduce la oferta.
Esta forma de cubrir las carencias e ir equilibrando las distribuciones y los precios es lo que los economistas han dado en llamar la mano invisible. Ellos lo definen como la fórmula en que el interés propio sirve para el bien de la sociedad. Según Adams, era la forma en que un empresario buscando su propio beneficio construía la riqueza de la nación:
Persigue únicamente su propio interés, y hace esto, como en muchos otros casos, guiado por una mano invisible que promueve un fin que no aparecía en su proyecto inicial.
Hoy se denomina microeconomía al estudio de la manera en que los individuos toman sus decisiones y a cómo influyen dichas decisiones las unas en las otras.
Esta claro que la microeconomía intenta explicar esa visión de Adams donde la búsqueda del propio interés actúa para beneficiar a la sociedad.
Pero cuidado, la mano invisible no siempre conduce a comportamientos eficientes para nuestra economía y hay que anticiparlos.



Mi beneficio es tu coste

A veces la decisión de una persona implica un coste para el conjunto de la sociedad. Es decir, la búsqueda del propio interés empeora la situación en lugar de mejorarla. Cuando eso ocurre estamos frente a un fallo del mercado. Los atascos, la contaminación la sobreexplotación de los recursos naturales… son típicos ejemplos de fallos del mercado.
La parte positiva de todo esto es que la microeconomía puede aplicarse para diagnosticar estos fallos y el análisis económico puede dar con soluciones para paliarlos.
Se producen fallos del mercado cuando la búsqueda individual del propio interés genera malos resultados para la sociedad en su conjunto.



Expansiones y recesiones

Todas las economías sufren fluctuaciones. Cuando la economía tiene problemas para desarrollarse favorablemente para la sociedad, hablamos de recesión. En EE.UU contabilizan como años de recesión 1973, 1981, 1990 y 2001 (no hablamos de antes ni después porque solo se pretende ejemplificar). La cuestión es que en todos esos años miles de trabajadores perdieron sus empleos. Y durante una recesión importante millones son los trabajadores que perderán su empleo.
Así que, periódicamente, toda la bonhomía de la economía de mercado puede desaparecer de un plumazo.
Como en los fallos de mercado, también para las recesiones pueden existir soluciones. La cuestión es si se aceptan los llamados planes de medidas concebidos por la economía neoliberal o se hacen estudios económicos en profundidad para actuar sobre los puntos que pueden provocar un verdadero cambio.
Ahora el nuevo campo de estudio que trabaja para salvar lo antes y mejor posible estos periodos de recesión es la macroeconomía. Esta rama estudia las expansiones y recesiones de forma global, intentando aprender a minimizar, mediante políticas económicas, sus efectos.
Dado que, salvo ocasionales estancamientos, los periodos de expansión son más largos que los de recesión, estas últimas pueden ser difíciles de atacar antes de que se produzcan.



Crecimiento a lo largo del tiempo

Algunas películas y series de televisión nos han enseñado cómo se vivía en tiempos de la posguerra en España. Nuestros padres y abuelos nos han hablado de la miseria extrema que rodeaba sus vidas. Pero a pesar de la brutal crisis que vivimos en nuestros días, la mayoría habitamos casas con cristales en las ventanas, con luz y agua corrientes, con calefacción, agua caliente, lavadora, nevera…
Con estas comparaciones vemos cómo ha cambiado la vida gracias al crecimiento económico, es decir, la capacidad económica de producir cada vez más bienes y servicios.
Las razones de este crecimiento, sus aceleraciones y frenazos son asuntos básicos de la economía, ya que el crecimiento es deseable y todos deseamos que sea cada vez mayor, pero debemos desentrañar sus reglas porque en ocasiones en un crecimiento desmedido puede estar la causa de una recesión que ya no es tan deseable.


La Economía, un instrumento para descubrir la verdad

Las acciones habituales de la vida diaria, miradas con detenimiento, son algo extraordinario y que pueden albergar preguntas interesantes y de una importancia casi vital.
Durante años la comunidad de los economistas ha intentado responder a todas esas preguntas, de hecho son la razón de que la economía aspire a tener, algún día, el rango de ciencia.


En próximos artículos iremos comentando los capítulos de este libro.

viernes, 1 de marzo de 2013

Los verdaderos orígenes de nuestra crisis

Imagen extraída de www.deia.com 


Hemos sufrido una grave crisis y nuestros políticos parece que no saben sacarnos de ella. Eso, por sí solo, ya sería suficiente argumento, después de más de 15 meses torturando a la población con restricciones que se ceban en los menos poderosos, para que un gobierno con algún atisbo de honestidad, tirara la toalla y convocara nuevas elecciones.
Pero no nos cebemos en la ineptitud o maldad de ese gobierno (o los anteriores) que ya ha sido, y seguirá siendo, tema de otros artículos. Prefiero definir de una vez por todas a qué clase de monstruo nos enfrentamos.
Desde que en 2008 la amenaza de crisis, aún no demasiado definida, empezó a sonar en los medios de comunicación, todos giramos nuestras miradas hacia el mercado inmobiliario porque sabíamos de su debilidad producto de esa burbuja inmobiliaria que habían alimentado figuras tales como Paco el Pocero, pero que tenían a la banca como verdadero soplador de ese globo.
Está claro que siendo la banca la dueña de todo, y por tanto también de los medios de comunicación, las culpas no irían a recaer en ese estamento, pero a poco que los ciudadanos comentábamos entre nosotros, no hacía falta que la prensa los señalase y hablábamos de la banca como ese aciago personaje que estaba a punto de cargarse lo poco que quedaba de nuestro mundo… y eso también lo sabíamos. Pero nuestros políticos hicieron caso omiso de la opinión pública y prefirieron escuchar la voz de la prensa. No sé cómo hay quien se extraña hoy de que nadie compre periódicos.
Sin embargo, lo cierto es que el mercado inmobiliario no es el único responsable de nuestra situación. Tenemos que ver cómo hemos podido llegar a una situación en que la banca ha tenido el poder de crear esa burbuja inmobiliaria e intentar después, cuando está reventó, escapar de esa explosión sin apenas rasguños. Pero, sobre todo, saber en qué se ha equivocado esa misma banca para terminar destruyendo todo el tejido económico del país y encontrarse tan pillada como para necesitar ayuda exterior.
Como todos ya sabemos, el primer capítulo de este drama se escribió hace más de cien años en forma de una ley hipotecaria que sufrió una reforma importante en lo más oscuro del franquismo (1946) y que desde entonces apenas ha cambiado unos párrafos sin importancia. De hecho las modificaciones llevadas a cabo por el gobierno de Aznar en 1997, con el apoyo de CiU, no parece que la mejoraran precisamente. Aunque no debemos ignorar el apoyo del PSOE que después conto con 8 años para darle la vuelta y no lo hizo. Así tenemos que mediante esa ley el banco puede prestar casi sin riesgo pues en caso de impago la deuda no desaparece y, además, el banco se queda con la propiedad y los avales que vuelve a valorar de nuevo en ese momento según le parece. Aunque parezca mentira, no han sido pocos los casos en que un matrimonio, después de 8 años pagando su hipoteca, ha sido desahuciado, pero a continuación, mediante esa misma deuda, ha tirado de los avalistas, generalmente los padres, a quienes también ha despojado de sus viviendas, y una vez hecho esto la deuda ha seguido casi intacta pues el citado banco ha reducido el valor de esas propiedades, en ocasiones hasta un solo euro. Sin duda esto es en justicia un inmenso fraude, pero por desgracia, como vemos, no lo es en ley. Y así podemos definir claramente la diferencia que hay entre justo y legal.
Con la ley hipotecaria ya podemos intuir los mecanismos usados por la banca para inflar la burbuja inmobiliaria. Está claro que existieron otros factores, en especial la memorable ley del suelo que el gobierno del PP se sacó de la manga allá por el año 2000, pero lo importante es ver que nadie era ajeno ya a comienzos de la era Aznar de que se iba a producir esa burbuja inmobiliaria. Y también, como es lógico, tenemos que ser conscientes que toda burbuja inmobiliaria termina reventando. Los ejemplos de Japón y Alemania aún estaban muy cercanos, pero es que con relevancia, en nuestro propio país, ya acabábamos de salir de otra crisis donde otra burbuja inmobiliaria, aunque de muy inferiores dimensiones, se había visto implicada. Fue la burbuja olímpica, de la Expo o simplemente del 92. Aquella burbuja reventó representada por el drama de la PSV en que estuvo implicada la bisoñez de los grandes sindicatos y sobre los que la prensa, ya muy politizada por entonces, se lanzó como buitres carroñeros (disculpen la redundancia, pero creo que cuesta hacerse una idea de la maledicencia implicada en todo este asunto y que sirvió para introducir ideas muy extrañas en el pensamiento colectivo). La crisis de la PSV se cerró en falso por el gobierno del PSOE que, junto otros errores, terminaría por pagarlo; los sindicatos lo siguen pagando, pero, sobre todo, quienes realmente lo sufrieron, los siguen sufriendo y posiblemente lo seguirán sufriendo si alguien no lo remedia, son los obreros de nuestro país.
Las implicaciones del tema inmobiliario ya las conocemos, pero al principio ya hemos dicho que este no era el único responsable, sino por qué ha sido tan fácil que se desmorone el tejido económico al reventar la burbuja inmobiliaria.
Es cierto que el sector inmobiliario mueve a todos los demás, pero en un país cuya economía estuviera centrada en cualquier otro sector adicional, el hundimiento del inmobiliario solo hubiese supuesto un serio frenazo a su crecimiento, no la ruptura social como es el caso. En su momento la economía de Japón estaba centrada en los sectores tecnológicos y, aunque vio la caída de algunos de sus más importantes bancos, su recesión ni siquiera fue comparable a la de los años 70, cuando sin apenas llegar a superar el 10% de paro, los japoneses lo vivieron como una catástrofe que cambió su sociedad. Nosotros estamos hoy por encima del 26%.
En el caso de Alemania se cometió el error de proteger a la banca y aunque la potencia de sus sectores químico e industrial, evitaron el hundimiento, los trabajadores germanos aún están pagando las consecuencias de apoyar a sus bancos, de ahí su notable insolidaridad frente al desmoronamiento del eje mediterráneo. Sin duda no son conscientes de que sus reticencias terminarán volcándose otra vez sobre ellos. Creen estar viendo los toros desde la barrera, pero si no son capaces de acabar con las corridas, al final se verán en el ruedo y ya veremos si les toca ser toros o toreros.
Pero en qué sector nos podemos apoyar los españoles. Es obvio que España no se ha especializado en nada ni ha creado un fundamento económico, pero… ¿A qué momento histórico podemos culpar de ello? ¿Qué hicimos mal?
Aquí nace nuestra verdadera crisis de hoy. Una crisis que va más allá de la profunda recesión internacional que lo es tanto económica como de ideas. De hecho la recesión internacional solo ha servido para adelantar unos años ese bang inmobiliario enfrentándonos a nuestra crisis en un momento en que desde fuera de nuestro país el resto del mundo está menos dispuesto a ayudarnos a salir, pero que con ello, sin darse cuenta, están importando la miseria que fabricamos. Hemos convertido la crisis y el paro en nuestro sector económico.
España parece estar especializada en turismo, pero aunque sea el segundo país del mundo en ingresos por esa actividad económica, es un sector poco decisivo para un país de la envergadura del nuestro. Además los empleos que generalmente ofrece este sector suelen ser de temporada y no demasiado bien pagados. Y eso que, por lo general, necesitan de una cualificación muy específica.
Alguno pensaría que el sector agropecuario es el nuestro. Este es un sector siempre expensas de la meteorología y los escándalos alimentarios. No es este un sector que permita un gran crecimiento, pero es que además, con la entrada de España en la Unión Europea, se le pusieron muchas trabas para su crecimiento, solo hay que recordar lo que supuso la imposición de las cuotas lecheras o la presión sobre los acuerdos pesqueros. Solo gozamos de un cierto margen en el sector hortícola, pues hasta los cereales sufrieron la acción del ojo europeo. En plenos años 80, cuando nos vimos abocados a una reforma industrial para suprimir la baja competitividad de los modos empresariales del franquismo, también tuvimos que vérnoslas con esas reformas agrarias, ganaderas y pesqueras, que nos imponía Europa. Fueron momentos difíciles y posiblemente se solventaron como se pudo, pero el entonces Mercado Común, nos compensó con unos fondos coyunturales que durante muchos años fueron nuestro sostén. Por desgracia España siempre fue un país al que se le han de dar retos e infraestructuras, pero no dinero. Eso lo saben muy bien en Catalunya que durante cerca de siglo y medio ha alimentado a un país en que el dinero se administra muy mal.
Los fondos coyunturales han servido durante años para pagar lo que no se hacía. Quién no ha visto malgastar semillas, tiempo y agua en girasoles y remolachas que después se dejan pudrir en los campos. No entraremos a comentar destinos más espinosos para ese dinero y que su mera insinuación, dada la idiosincrasia española, ya me haría sospechoso de estar criticando a los habitantes de determinadas comunidades autonómicas. Como no hay nada que se aleje más de mis intenciones que eso, lo omitiré, pero sin dejar de culpar a todos los políticos de falta de visión y populismo barato (pero que hoy nos está costando muy caro). Entre tanto hemos perdido tres décadas sin llevar a cabo el eje mediterráneo. Una línea férrea de mercancías y con ancho europeo, que una Algeciras, siguiendo toda la costa mediterránea, con la red férrea de la Unión. Eso daría un valor especial a los potentes puertos marítimos del levante español, pero que además daría una salida a esos productos agropecuarios que hoy pierden competitividad en su venta al exterior cuando se encarecen por el transporte en camión. Amén de la inseguridad que producen las carreteras francesas donde, a menudo, son víctimas de los conflictos de los sectores agrarios franceses.
En esta situación tan poco favorable el sector agropecuario no se ha desarrollado debidamente y las abundantes industrias alimentarias que crecieron sobre él, han sido fácilmente conquistadas por el capital extranjero de las multinacionales que, al final, cuando las cosas no van demasiado bien, abandonan sin problemas y sin reconocer ninguna responsabilidad por los nichos sociales a los que afectan.
Otro sector importante de nuestro país es el publicitario, pero su incidencia es muy limitada. Una empresa publicitaria puede mover muchísimas cuentas con un número reducido de empleados y, por lo general, recurre a actores, dibujantes, fotógrafos, etcétera, pero que no tienen continuidad en ese sector. Así pues, la publicidad no es un sector en el que apoyar la economía. Ocurriría algo parecido con el sector del diseño que domina en Italia.
Entre tanto el sector industrial moría bajo la presión de esa Europa que nos llevaba cuatro décadas de ventaja, pero lo peor es que con él se marchaba también el sector artesanal. Todo porque nos acogimos a las migajas que nos servían las multinacionales montando factorías por toda la península. Factorías que se llenaron de trabajadores cuyos sueldos estaban muy lejos de los que cobraban sus colegas europeos. Por eso cuando la economía española creció y nos acercamos al salario europeo, estas empresas empezaron a tomar medidas que iban contra nuestra economía. El caso más hiriente y que, sin lugar a dudas, creo un antes y un después, fue Gillette.
Gillette cerró su factoría de Sevilla en 1994 a pesar de tener importantes beneficios. Poco importó que la empresa británica hubiera cobrado importantes subvenciones del gobierno andaluz. Tampoco asumió la responsabilidad de haber sido la responsable de que en nuestro país desaparecieran las dos empresas que competían con ella: Filomátic y Sevillana. La estrategia de Gillette había sido de total depredación y los políticos de nuestro país estuvieron ciegos ante sus amorales maniobras, pero es que después tampoco se tomaron medidas legislativas para evitar que se volviera a dar la misma situación. Entre tanto la ciudadanía tampoco tomo demasiada conciencia de lo que acababa de ocurrir. Gillette se salió con la suya: había llegado, matado y se había marchado impunemente, y en el resto de multinacionales del mundo mundial había tomado nota de ello.
La crisis del 1991 al 1995, no nos descubrió más casos Gillette, pero en la primera década del siglo XXI, cuando varios países del este entraron en la Unión Europea, varias empresas pensaron en largarse a esos nuevos territorios donde los salarios eran inferiores. El caso más hiriente fue en 2004 el de Samsung. La incapacidad para generarle consecuencias a la empresa coreana, tanto a nivel oficial, como ciudadano, abrió definitivamente la puerta estas prácticas. Desde 2004 la salida de las multinacionales de nuestro país es un proceso que se ha acelerado, pero lejos de tomar medidas para evitarlo, el actual gobierno del PP, en su Reforma Laboral, ha facilitado este proceso de tal forma que las empresas ya no tienen que negociar con nadie si desean largarse. No es de extrañar que desde la citada Reforma Laboral el paro haya aumentado espectacularmente en nuestro país. Hay que estar muy ciego o ser muy imbécil para legislar así.
Una vez conocidas las causas de nuestra situación, además de lamentar las oportunidades perdidas de haber podido evitar llegar a esta situación, podemos sugerir algunas soluciones. Pero nada de todo lo que podamos decir serviría de nada si el actual gobierno no abandona. Algunas de las medidas a tomar, una vez conocida nuestra realidad, parecen bastante obvias, otras ya las hemos comentado muchas veces, pero aún hay muchas cosas que podemos hacer para mejorar la situación, pero también es obvio que no con el PP. 

lunes, 28 de enero de 2013

Bancos, rescates y Rock'and'Roll



Esto es lo que pensamos todos. Los bancos españoles se endeudaron por encima de sus posibilidades a la hora de prestar dinero para comprar pisos. El dinero para prestar, finalmente, lo saco de bancos franceses y alemanes (especialmente estos últimos), pero estos, a su vez, vieron en esto un negocio sin riesgos y también se endeudaron por encima de sus posibilidades.
En el momento en que el desempleo y la bajada de salarios en nuestro país imposibilito cubrir las hipotecas, los bancos españoles tampoco pudieron cubrir su deuda con los bancos alemanes y estos, a su vez, también quedaban en una posición peligrosa porque les fallaban sus inversiones en España, pero también lo hacían sus inversiones en Grecia.
La banca alemana necesitaba dinero rápido, así que cortó sus inversiones en deuda internacional ya que no la podían cubrir, pero llegaban a un acuerdo con su gobierno que retrasaba las posibles consecuencias a su banca a cambio de que invirtieran el líquido restante en deuda nacional. Como consecuencia la deuda pública de Italia, España y otros países, quedaba sin cubrir y abierta a los mercados privados por lo que las agencias de riego elevaban sus cifras de primas, lo que aceleraba las prisas en esos países y les apremiaba a pedir un rescate.
Pero si el origen de la deuda es el pequeño inversor privado... ¿por qué no se rescata a los ciudadanos hipotecados en lugar de la banca? De esta manera no se arruina a los ciudadanos y el dinero puede seguir circulando a nivel básico por lo que la economía no se contrae tanto, no aumenta el paro y, sobre todo, la administración sigue recaudando altos niveles de impuestos.
En cambio deciden rescatar directamente a los bancos a cambio de que estos compren parte de la deuda nacional. Una maniobra errónea porque la deuda la compran ya a un alto interés que penaliza al Estado, por otra parte el resto del dinero vuela a Alemania rescatando (sin constar) a la banca alemana. Entre tanto la deuda ciudadana sigue penalizada por unas leyes hipotecarias y plenamente inconstitucionales del S.XIX, lo que genera un empobrecimiento notable del país, con contracción económica, notable precariedad, paro y notable reducción en la recaudación de impuestos.
¿Por qué entonces se ha decidido rescatar la banca y no a la ciudadanía?
Muy fácil, porque quien manda en realidad es la banca a la que un día se le permitió comprar acciones de empresas y comprar deuda que, aunque fuera a parar a sus planes de pensiones o productos financieros, era la propia banca la que ejercía su control ejecutivo. Por tanto, hemos convertido a nuestros bancos en unos entes que controlan la política nacional desde un aspecto de flujos económicos sin tener en cuenta los factores psicológicos y sociológicos de la economía, pero, sobre todo, sin contemplar las necesidades elementales de los seres humanos que hay detrás de todas las cifras que manejan.
Con todo, mejor que el rescate, había una opción mucho más saludable para nuestra economía y que era la dación en pago. Es cierto que si hubiésemos tenido un sistema como el norteamericano, la mitad de nuestra banca hubiese ido a la quiebra. Posiblemente aquellos que tuviesen anos ahorros importantes que no quedaran cubiertos, los perderían, pero ante todo el problema hubiese sido para la banca alemana que no hubiera cobrado y su avaricia también habría tenido ese justo pago. por otro lado los bancos supervivientes e nuestro país, a la larga, habrían salido fortalecidos y, tras un golpe en que el Estado no hubiese podido financiarse directamente, la economía se recuperaría rápidamente. En cambio Alemania tendría un problema porque la banca alemana no podría comprar deuda de su país. la prima de riesgo alemana subiría con lo que la prima española e italiana bajarían rápidamente. En pocos meses España estaría pagando intereses mínimos por su deuda y la economía reflotaría.
Así pues, la dependencia de nuestros partidos de la banca es la causa principal de la gravedad de nuestra crisis. Si queremos salir de la crisis no podemos votar a partidos que vayan a financiarse directamente a los bancos: PP, PSOE, UPyD, CiU, PNV, Foro de Asturias, UPN, CC...
Infórmate sobre la financiación de los partidos a los que votas. Por lo general, a más publicidad más financiación. Por la transparencia. Tú puedes cambiar esto.
Que objeciones se pueden poner a todo esto. La principal es que la deuda de nuestra banca no proviene de los ciudadanos que no pueden pagar sus hipotecas, sino de los constructores que no pudieron vender las suyas y que han pasado a ser propiedad de los bancos (aquí sí que existió la dación en pago porque al ser empresas y quebrar no le quedó otra). Pero la banca se niega a perder dinero y no acepta la bajada de precios en los bienes inmobiliarios. Ahora la banca se quiere cobrar con los ciudadanos de a pie lo que perdió en su avaricia apoyando a un mercado inmobiliario que ya desde 2002 se veía que se inflaba peligrosamente. La banca seguirá cobrando a los ciudadanos lo que le deben, así que eso no le preocupa y para ello rebaja la cotización de los pisos que les sustrae (no me atrevo a decir roba, aunque no cabe duda de que es un robo). Pero al mismo tiempo no saca los pisos sustraídos al mercado porque quiere percibir por ellos el valor que tenían en 2010. Así que los precios de los pisos en el mercado no bajan realmente (no hay casi pisos disponibles), aunque los pocos que hay tampoco se venden porque nadie puede pagar ese valor.
El bloqueo del mercado inmobiliario, junto a la baja circulación de dinero por lo antes citado, hacen que la economía se introduzca en una espiral descendente muy difícil de romper. De hecho ya en 2008 dijimos que si el mercado inmobiliario no reducía sus precios de mercado en un 60%, la economía no remontaría. Ahora la cosa es mucho más compleja, pero en cualquier caso un solo grupo económico tiene la solución: la banca. Hoy ya solo la banca es responsable de nuestra situación y el día que acepte el papel que debe tener en la sociedad en lugar de empeñarse en atribuciones que no son suyas, la crisis se acabará… aunque está claro que muchos bancos deberán quebrar, pero deben tener en cuenta que por mucho que asfixien a la sociedad, lo único que van a lograr es hacer daño, al final los que tienen que desaparecer no podrán evitarlo, pero por en medio van a arruinar las vidas de miles de personas…  una generación entera masacrada por la corrupción de los mercados financieros.