La burbuja inmobiliaria era el gran enemigo de nuestra
economía. El PP, en tiempos de Aznar, lo vendió como el milagro económico, pero
lo cierto es que solo unos cuantos se enriquecieron a costa de ello. Lo peor
del caso es que el ladrillo arrastró enormes flujos económicos ilícitos. La
corrupción y el blanqueo de dinero se disparó y la población, en general, se
empobreció. Afortunadamente había empleos que mantenían un estado de cierta
tranquilidad, aunque los que pretendían hacer un análisis de la situación eran
conscientes de que se estaban gastando unos recursos de suelo que no se podían
sostener y, además, la subida del precio de la vivienda continuado, en que se
basaba aquel “milagro” no era sostenible
durante demasiado tiempo. Las leyes económicas no son muy diferentes de las de
la física: todo lo que sube baja y los globos solo pueden seguir inflándose
mientras no se alcance la presión límite, una vez superada el globo explota.
Aquel PP de Aznar nunca pensó en combatir el fraude, ni
siquiera ante la valiosa oportunidad que significó el paso de la peseta al euro
que, con muy pocos recursos, hubiese sido muy fácil detectar el fraude fiscal. Las
razones nos las imaginamos, aunque no lo digamos. Y la banca muy contenta de
que no se tomaran medidas respecto a ello.
El PSOE, cuando llegó al poder, pensó en intentar desinflar
el globo antes de que explotara, pero se encontró con varios problemas. El más importante de todos era que la inercia
económica generada de aquel “crecimiento” reportaba ingentes cantidades de
dinero en forma de impuestos. Hubiese sido un buen momento para compensar esos
impuestos con una persecución al fraude y haber empezado a desinflar el globo.
Pero había más razones y los bancos, que siempre se han beneficiado del fraude
de algunos, también habían edificado una importante fuente de beneficios
ligados al mercado inmobiliario, por ello presionaron para no cortar el negocio.
Con todo, el mercado inmobiliario, quizá porque sus precios ya habían tocado
techo, empezó a ralentizar su crecimiento. No fue hasta el segundo mandato
socialista, ya en 2007, que no nos dimos cuenta de que alguien estaba evitando,
de forma artificial, que los precios de la vivienda empezaran a recuperar
valores algo más normales.
Un estudio de aquellas fechas apuntaba a determinadas
inmobiliarias y la banca como responsables de corromper ese mercado alterando
la ley de la oferta y la demanda. Las leyes sobre el alquiler establecidas por
el gobierno no hicieron más que empeorar la situación. Curiosamente si en aquel
momento el mercado hubiese bajado entre un 20 y un 25% hoy no sufriríamos esta
crisis. Pero casualmente, en aquellos momentos, BBVA y Santander hubiesen
quedado atrapados por el mercado. Estos fueron los más listos y empezaron a
desplazar su dinero en ladrillo hacia inversiones hacia otros sectores, en
especial telecomunicaciones, energético y fondos financieros en el extranjero.
Desgraciadamente esta tendencia les llevó a toparse con Lehman Broders y los
paquetes basados en hipotecas Subprime que alteraron la liquibilidad del
mercado financiero y, a la postre, supusieron la aguja que reventó la burbuja
inmobiliaria.
Reventada la burbuja los bancos tuvieron que asumir la
quiebra de muchas empresas constructoras y se quedaron con sus pisos sin
vender, y en ocasiones a medio construir, como único activo de estos. A pesar
de ello la banca pudo haber asumido aquellas pérdidas tolerando la bajada de
precios, pero como siempre, ellos nunca aceptarán ni un solo céntimo de pérdida
y se pusieron manos a la obra a evitarlo. Para ello embargaron todo cuanto
pudieron. Sabían que alguien que tuviese problemas para pagar optaría por
vender al precio que quisieran comprárselo y eso haría caer el precio general,
por ello si ellos se adelantaban y retiraban del mercado esas propiedades,
evitarían la caída de precios.
En 2008 se calculo que si la vivienda bajaba en el siguiente
año entre un 40 y un 60%, la economía se reactivaría, pero los bancos frenaron
esa caída y solo lo hizo entre un 7 y un 15% según zonas.
El problema es que esta técnica paralizaba el mercado y la
economía, dejaba familias en la calle y reducía los recursos económicos de los
posibles compradores. Como consecuencia los bancos también perdían líquido y
sus capitales se convertían en más bienes inmobiliarios con precios inflados. Y
esa situación se ha ido agravando hasta 2012 en que el valor real de toda esa
vivienda es entre un 60 y 75% inferior al que la banca le mantiene
artificialmente. El problema es que ahora, sumados todos los abusos bancarios,
si la banca contara esa vivienda a su valor real, el agujero económico llevaría
a la quiebra a la mitad de las entidades.
Otro problema adicional de la vivienda acumulada por la
banca, es que, por ley, no paga los pertinentes impuestos a las instituciones
públicas y, por tanto, perdemos todos.
Está claro que, con estos precedentes, donde la banca es uno
de los principales responsables de nuestra situación, a la par de haberse
aprovechado vilmente de los ciudadanos más frágiles, no parece nada ético
rescatarla mediante obligaciones y sacrificios para la ciudadanía. Algunos
expertos hablan de dejar caer algunas entidades financieras para facilitar su
reconstrucción, pero hablan de Banco de Valencia, Catalunya Caixa y Caixa
Galicia. Yo creo que estas entidades son poco representativas y realmente no
supondrían ningún alivio, pero si dejáramos caer Bankia, que pide
40.000.000.000€ para su supervivencia, el efecto podría ser liberador y, por
otra parte, nada impediría investigar a fondo sus cuentas y a sus responsables
de los últimos 10 años.
Ya lo dije en enero… y en febrero… y también en mayo:
¡Bankia debe caer! Creo que la caída de esta entidad podría ser suficientemente
ejemplificadora para salvar al resto de la banca, pero de una forma sostenible.
Una vez hecho esto hay que reintroducir en el mercado inmobiliario todas las
propiedades retenidas a fin de bajar el precio por debajo del 75%. En cuanto a
las familias hipotecadas al borde del desahucio, se recomienda renegociar su
deuda y darles a todas ellas el margen de un año. Otra opción es alquilarles su
propia vivienda a bajo precio para frenar las bolsas de pobreza. En cualquier
caso hay que evitar que la población siga pagando la avaricia de la banca… ¡Ya
no más! O frenamos estas inercias o no saldremos nunca de la crisis.
No estoy del todo de acuerdo con lo que se dice aquí, pero sí en parte. Bien escrito en todo caso, y desde luego que el principio de nuestro fin vino en forma de pisos y dinero B.
ResponderEliminar